Es importante celebrar la vida, cada instante |
Morir cuando ya
no hay una alternativa para vivir, me parece lo más razonable. Lo digo porque
tengo a mi madre postrada en una cama desde más de seis meses con un carcinoma
que avanza irremediablemente y que le ha llevado a perder todos sus sentidos.
No vive, simplemente existe, y lo sabemos por los monitores instalados en su
habitación de hospital. Dos hermanos mayores han propuesto la muerte asistida.
Estoy segura que ella aceptaría la eutanasia. Me pregunto, ¿por qué no hacerlo
si el propio Señor Jesús escogió la muerte?¿Acaso no ve Dios el sufrimiento de
mi madre?
L.G.M. desde
Piedras Blancas en Paraguay.
Respuesta:
El primer aspecto
que debemos dilucidar es el relacionado con la muerte sacrificial del Señor
Jesús en la cruz. El autor de la carta a los Hebreos explica que “Jesús
soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía
que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del
trono de Dios”(Hebreos 12:2 b. Versión Popular). Ahora una pregunta
apenas obvia, ¿por qué murió Jesucristo? El escritor sagrado lo aclara en los
siguientes términos: “Dios nos ha consagrado porque Jesucristo hizo la
voluntad de Dios al ofrecer su propio cuerpo en sacrificio una vez y para
siempre”(Hebreos 10:10. Versión Popular).
Es obvio entonces
que la muerte del Señor Jesús obedeció a un propósito divino. Es cierto, fue
voluntaria, pero además de su deceso en el madero, se produjo la resurrección
del amado Maestro tres días después como anticipo de nuestra nueva vida en la
eternidad con Aquél que nos creó.
Nuestro cuerpo no nos pertenece
Nadie puede
disponer del cuerpo humano porque le pertenecemos a Dios, no a nosotros mismos.
El apóstol Pablo explicó: “¿No saben ustedes que su cuerpo es templo del
Espíritu Santo que Dios les ha dado, y que el Espíritu Santo vive en ustedes?.
Ustedes no son sus propios dueños, porque Dios los ha comprado. Por eso deben
honrar a Dios en el cuerpo.”(1 Corintios 6:19, 20. Cf. 7:23. Versión Popular).
Así haya de por medio una enfermedad terminal,
la posición del cristiano evangélico está enfocada en dos direcciones: la
primera, pedir de Dios un milagro, y la segunda, que Dios haga su voluntad aún
en el problema de salud que enfrentemos.
El Supremo Hacedor es quien conoce los términos
de nuestra existencia. La Biblia señala: “El hombre, nacido de mujer,
tiene una vida corta y llena de zozobras. Es como una flor que se abre y luego
se marchita; pasa y desaparece como una sombra. Si tú eres quien determina
cuánto ha de vivir el hombre, y le pones un límite que no puede pasar...”(Job
14:1-3. Versión Popular).
Todo está cuidadosamente previsto por Dios.
Ahora, ¿se puede abortar ese propósito? Si, cuando el hombre deliberadamente
corta el proceso y decide cortar el ciclo de la existencia. Es justamente lo
que plantea la eutanasia: interrumpir la vida bajo el argumento de que se
impide así el sufrimiento del ser humano. Obrar así va en contravía del
Creador.
Nuestro consejo en tal caso es que deje que su
señora madre prosiga con vida hasta que, bajo la voluntad de Dios y si es que
se va a producir el deceso, se cumpla pero sin presionar que ocurra.
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