Con ayuda de Dios alcanzamos solidez en la relación familiar |
“He pensado en el divorcio.
No una sino muchas veces. Los conflictos de pareja me tienen al borde del
desespero. ¿Cómo encontrar salida a mi
situación desesperada si lo he intentado todo? Le agradezco una palabra de
aliento en el momento difícil por el que estoy atravesando”
L.M.S., desde Caracas, en
Venezuela
Respuesta:
Todos deseamos que las cosas en casa marchen. Es más,
cuando termina el enamoramiento que estiman los especialistas, dura alrededor
de dos años, comienza el verdadero reto: conservar el amor a tu pareja a pesar
de las desavenencias que son apenas naturales en la relación.
Recuerdo
el caso de alguien que vino a la oficina procurando justificar que se iba a
separar. “No soporto a mi esposa”,
decía y a continuación enumeró todas las razones por las que consideraba, no
había marcha atrás en su propósito de terminar la relación.
Como
antesala a que se oficializara su divorcio con el aval de un “clérigo”, le pedí que anotara
diariamente una virtud de su pareja. Una sola, le pedí. Le sugerí valorar algo,
así pareciera pequeño, que ella hacía por la relación, a favor de él, por los
hijos.
Nos
reunimos en dos ocasiones, y seguía indeclinable en su propósito de separarse.
Pero en el tercer encuentro, en la oficina, su perspectiva había cambiado. “No había reflexionado antes en lo
maravillosa que es mi esposa”, dijo, al tiempo que me informó que había
desistido de la separación.
La
relación de pareja no es fácil y tiende a ser un poco más compleja cuando
llegan los hijos; no obstante si a partir de lo que tenemos hoy, decidimos
reconstruir nuestra vida, puedo asegurarle que encontraremos que la relación
familiar es gratificante.
Brinde ejemplo a sus hijos
Todo lo que nuestros
hijos ven, lo replicarán en su propia existencia y lo reflejarán en su relación
de pareja cuando hayan contraído matrimonio. Basta que tome unos cuantos
minutos para evaluar los casos de hombres o mujeres maltratadores, averigüe un
poco y compruebe que su problema real comenzó en la niñez. Quizá usted mismo
vive esa situación. Es agresivo verbal y físicamente. Le puedo asegurar que ese
mismo trato lo recibió usted desde su infancia. Lo que está haciendo es
replicar un patrón de conducta que aprendió inconscientemente y que legitimó
como el más apropiado.
El amor romántico en el matrimonio
está profundamente enraizado en nuestra estructura sicológica. Si en la niñez
nos prepararon para recibir amor, sin duda, en lo que pensemos y hagamos,
reflejaremos ese amor. Es algo que se siembra en nuestra vida desde la más
tierna infancia y que germina y cosecha cuando llegamos a la juventud y edad
adulta.
Todas las personas deseamos ser
amadas. Hasta quien se pudiera considerar el más malo de todos los
representantes del género humano, anhelan el amor. El autor y conferencista, Gary Chapman, explica que: “En el corazón de la existencia humana se
encuentra el deseo de tener intimidad y de ser amado por otro. El matrimonio
está diseñado para llenar esa necesidad de intimidad y amor.” (Gary Chapman.
“Los 5 lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 15)
Si hay amor en la pareja, ese amor
lo absorberán nuestros hijos. Tenga presente que un niño con amor en su
corazón, el que le prodigaron sus padres, crecerá seguro, pero sin amor se torna rebelde. El mal comportamiento
del niño en muchos casos demuestra un vacío de amor.
La falta de amor permanece durante
la edad adulta. El deseo de amor está en
el centro de nuestras emociones. Todo cónyuge anhela el amor de su pareja. El
matrimonio fue diseñado para llenar las necesidades de amor e intimidad. Sobre
esta base es importante que evalúe cómo anda su relación de pareja y con los
hijos, y aplique los correctivos que considere necesarios, comenzando por el
más importante: dar amor a su pareja.
No es algo opcional. Es una obligación, en el mejor de
los términos ya que el apóstol Pablo escribe: “…porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente
para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.”(1 Timoteo
5:8)
La forma de proveer no es únicamente
económica. También debemos proveer amor. En primer lugar a nuestro cónyuge, y
en segundo lugar a nuestros hijos, cuando vengan al mundo.
Nunca será tarde para empezar de
nuevo. Revisar nuestros errores, tomar conciencia del daño que causamos, y
disponernos a cambiar con ayuda de Dios. Es una decisión que nos permitirá
disfrutar de una vida significativa, enriquecedora y con propósito.
El amor en familia trae armonía
El amor es divino.
Dios es el autor del amor. Él mismo nos ha amado de tal manera que envió a su
Hijo Jesús a morir por nuestros pecados. La máxima expresión del amor en toda
la historia de la humanidad y me atrevería a ir más allá: de todo el universo.
Dios mismo es amor (Cf. 1 Juan 4:8)
Lamentablemente de
tanto utilizamos ese término en una sociedad como la nuestra, hemos desdibujado
la palabra amor y su significación. ¿Por
qué, entonces, es tan importante el amor? Porque el amor es la base de todo, y
mucho más de la relación familiar.
El afamado autor y conferencista,
Gary Chapman, explica: “Entre esas
necesidades emocionales, ninguna era más básica que la de amor y afecto, y la
necesidad de sentir que se pertenece a alguien y se es querido. Si tiene
suficiente afecto, el niño llegará a ser un adulto responsable. Sin ese amor él
o ella serán emocional y socialmente retardados.” (Gary Chapman. “Los 5
lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 15)
Rara vez un esposo y una esposa
manejan el mismo lenguaje para expresar su amor. El amor hacia nuestra pareja
debemos expresarlo con palabras y hechos. Lamentablemente pasado un tiempo, ese
sentimiento que los componentes de la pareja manifestaban e incluso les motivó
a contraer matrimonio o comprometerse, pareciera que va desapareciendo. No es
lógico que el amor se esfume dos años después del matrimonio.
Mantenga vivo el amor
Mantener vivo el amor
en el matrimonio es un asunto muy serio. Es una tarea que nos corresponde. No
dejar que muera. Y la mejor forma es avivándolo con nuestras palabras y
acciones que testimonien a nuestro cónyuge que le amamos.
Como cristianos, debemos darle vida
al amor, no dejar que desaparezca en la relación. Recuerde que, como lo enseñó
nuestro amado Salvador Jesucristo, el amor es un distintivo de quienes
profesamos creer en Él: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor
los unos con los otros.”(Juan 13:35)
Nuestro amado Dios nos creó con la
capacidad de amar y ser amados. En el buen sentido de la palabra podríamos
decir que es una necesidad y a la
vez, un sentimiento primarios. Cuando
nuestras acciones cambian hacia nuestro cónyuge y nuestros hijos, cuando
dejamos que aflore el amor, todo cambia. Puedo asegurarle que imprimirá un
cambio profundo y duradero en las relaciones.
Hoy es el día oportuno para cambiar,
darnos una oportunidad y dársela a la familia. Optar por transformar nuestras
actitudes, no en nuestras fuerzas sino en el poder de Dios, Aquél que todo lo
puede.
El divorcio ni hoy ni nunca será la
solución a los conflictos de pareja o las desavenencias que surgen con los
hijos. Es tiempo de hacer un alto en el camino y reflexionar en cómo anda
nuestra vida, de pareja y con nuestros hijos. Con ayuda de Dios siempre encontraremos
salida a todo enfrentamiento u obstáculo que pueda haber en el camino.
Si todavía no ha recibido a Jesús
como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Tomados de la mano
del Señor Jesús emprendemos el maravilloso proceso de crecimiento personal y
espiritual que tanto anhelamos. No se arrepentirá.
Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.bosquejosparasermones.com
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