Es esencial testimoniar el amor a nuestra familia |
1. Lectura Bíblica: Mateo 19:14; 1 Timoteo 5:8; 1 Juan 4:9; 1 Corintios
13.13; Juan 13:35
2. Objetivos:
2.1. Que al término de la reunión de Célula Familiar
los concurrentes comprendan la importancia de tener especial cuidado en la
formación de nuestros hijos, con amor, tolerancia, comprensión y apoyo.
2.2. Que al término de la reunión de Célula
Familiar los concurrentes comprendan la
importancia de impartir una educación fundamentada en principios y valores para
los hijos.
2.3. Que al término de la reunión de Célula
Familiar los concurrentes comprendan necesidad
de prodigarnos amor como pareja, porque ese ejemplo lo aplicarán los hijos a su
propia relación familiar futura.
3. Desarrollo
del tema:
La crisis que vive nuestra sociedad preocupa cada vez
más. Un economista de mucha influencia en México dijo: “Al ritmo que vamos, pronto iremos al abismo”. Sus declaraciones a
un diario de amplia circulación no se referían a la debacle económica que
golpea muchos países, sino a la desintegración de los hogares. A hijos rebeldes
que no respetan autoridad, a esposos que eluden la responsabilidad de educarlos
al tiempo que se preocupan por resolver sus conflictos de pareja y a maestros
que no encuentran salida a los brotes de indisciplina y hasta violencia que se
evidencia en los planteles de secundaria y de formación superior.
Alrededor
de la familia se ha discutido mucho. Basta que vayamos a cualquier librería
para que encontremos sinnúmero de libros abordando el asunto, y ofreciendo
desde la perspectiva de la ciencia y de la terapia, salidas al laberinto.
Algunas de estas metodologías parecen funcionar, otras definitivamente dejan
muchos vacios. Pero, ¡hay una salida a la crisis de la familia? Sin duda que
sí, y parte de una decisión: Abrirle las puertas de nuestro hogar al Señor
Jesús. Él sabe cómo traer soluciones a los problemas.
3.1. Su
principal patrimonio: los hijos
A nadie le enseñaron en la universidad a ser buen
padre o buena madre. Es probable que conozcamos muchas estrategias, hayamos
leído consejos o quizá hubiésemos experimentado estrategias, pero aún seguimos
con un enorme interrogante en nuestro corazón: ¿Qué hacer para que la familia
funcione? Y la respuesta a esta pregunta comienza con los hijos.
Desde
hoy sentamos las bases para hogares sólidos, que ellos van a replicar, y a su
vez, de acuerdo a la formación que les impartamos hoy, edificarán familias
firmes que se replicarán en los nietos y bisnietos. Es una cadena que desde ya
debeos comenzar a construir.
De
nosotros, como padres o madres, depende que edifiquemos hijos seguros, con una
alta autoestima y la disposición para enfrentar cualquier obstáculo que surja
en su camino. Lo que imprime dinamismo a esa tarea de ser buenos progenitores,
que enseñan a partir del ejemplo, es el amor. Si amamos a nuestros hijos, les
prepararemos para la vida.
En alguna ocasión el amado Señor
Jesús fue abordado por unos niños. Querían acercarse a él, tocar su manto,
quizá jugar. Los discípulos procuraron impedirlo. Y relata el Evangelio que: “Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se
lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.”(Mateo 19:14)
Jesús
amaba a los niños. A pesar de sus múltiples ocupaciones, es evidente que estaba
a pasar unos minutos con ellos. Ahora, pregúntese como padre o madre: ¿Cuánto
tiempo dedicamos a nuestros hijos?¿Nos preocupamos por sus problemas—así parezcan
muy pequeños—y les ayudamos a resolverlos? Si para nuestro amado Salvador eran
importantes los infantes y adolescentes, cuánto más debieran ser para nosotros
en nuestra condición de padres.
Un
niño o niña que recibe la atención de sus progenitores, crecerá en un ambiente
de confianza, desarrollarán seguridad en sí mismos—la que se tornará evidente
en sus relaciones y en las propias ocupaciones en la escuela y el colegio--,
tendrá una alta auto estima y si ha sido formado en principios y valores, no
cederá fácilmente a las tentaciones que le ofrezca el mundo.
El
afamado autor, Gary Chapman, escribe: “Los
niños que se sienten amados por sus padres y sus compañeros desarrollarán un
lenguaje amoroso principal basado en su estructura emocional única y en la
manera en la que sus padres les
expresaron el amor, así como las personas que estaban alrededor y eran
importantes para ellos. Ellos hablarán y entenderán el lenguaje del amor que
aprendieron, porque lo recibieron. Los muchachos que no se sienten amados por
sus padres y compañeros, también desarrollarán un lenguaje amoroso principal.
Sin embargo, será un tanto distorsionado, de la misma manera que algunos niños
pueden aprender poca gramática y no tener un vocabulario desarrollado. Esos
escasos conocimientos no significan que no puedan desarrollar una buena
comunicación, como igual, no haber recibido amor no significa que no puedan dar
amor, pero sí significa que tendrán que trabajar más diligentemente que aquellos
que tuvieron un modelo más positivo en sus vidas.”(Gary Chapman. “Los 5
lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 10)
Si no
ha tomado tiempo para analizar el asunto, es hora de que lo haga. Recuerde que
siempre hay tiempo para corregir errores. Con ayuda de Dios podemos imprimir
cambios a nuestra existencia pero también a la relación con nuestros hijos. Es
tiempo de pedir la sabiduría divina para brindarles un buen trato, rodearlos de
amor y enseñarles que fueron concebidos por el Señor con todas las
potencialidades para ser vencedores.
Cito
de nuevo al doctor Chapman cuando recomienda: “…los niños que crecieron con un sentido poco desarrollado del amor
también pueden sentirse amados y comunicar amor, pero tendrán que trabajar en
ello más diligentemente que quienes crecieron en una atmósfera de amor
saludable.”(Gary Chapman. “Los 5 lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996.
EE.UU. Pg. 11)
Los
hijos que reciben amor, darán amor. Es un principio que aplica a todos los
hijos, hoy y siempre. Si no ha brindado amor a sus hijos, hoy es el día para
que lo haga y comience a cambiar su historia. La relación al interior de la
familia mejorará y ofrecerá mañana a la sociedad, hombres y mujeres que reciban
y den amor.
3.2.- Edificar
hijos victoriosos comienza con una buena relación de pareja
Todo lo que nuestros hijos ven, lo replicarán en su
propia existencia y lo reflejarán en su relación de pareja cuando hayan
contraído matrimonio. Basta que tome unos cuantos minutos para evaluar los
casos de hombres o mujeres maltratadores, averigüe un poco y compruebe que su
problema real comenzó en la niñez. Quizá usted mismo vive esa situación. Es
agresivo verbal y físicamente. Le puedo asegurar que ese mismo trato lo recibió
usted desde su infancia. Lo que está haciendo es replicar un patrón de conducta
que aprendió inconscientemente y que legitimó como el más apropiado.
El
amor romántico en el matrimonio está profundamente enraizado en nuestra
estructura sicológica. Si en la niñez nos prepararon para recibir amor, sin
duda, en lo que pensemos y hagamos, reflejaremos ese amor. Es algo que se
siembra en nuestra vida desde la más tierna infancia y que germina y cosecha
cuando llegamos a la juventud y edad adulta.
Todas
las personas deseamos ser amadas. Hasta quien se pudiera considerar el más malo
de todos los representantes del género humano, anhelan el amor. El autor y conferencista, Gary Chapman,
explica que: “En el corazón de la
existencia humana se encuentra el deseo de tener intimidad y de ser amado por
otro. El matrimonio está diseñado para llenar esa necesidad de intimidad y
amor.” (Gary Chapman. “Los 5 lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996.
EE.UU. Pg. 15)
Si
hay amor en la pareja, ese amor lo absorberán nuestros hijos. Tenga presente
que un niño con amor en su corazón, el que le prodigaron sus padres, crecerá
seguro, pero sin amor se torna rebelde. El
mal comportamiento del niño en muchos casos demuestra un vacío de amor.
La falta
de amor permanece durante la edad adulta.
El deseo de amor está en el centro de nuestras emociones. Todo cónyuge
anhela el amor de su pareja. El matrimonio fue diseñado para llenar las necesidades
de amor e intimidad. Sobre esta base es importante que evalúe cómo anda su
relación de pareja y con los hijos, y aplique los correctivos que considere
necesarios, comenzando por el más importante: dar amor a su pareja.
No es algo opcional. Es una obligación, en el mejor de
los términos ya que el apóstol Pablo escribe: “…porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente
para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.”(1 Timoteo
5:8)
La
forma de proveer no es únicamente económica. También debemos proveer amor. En
primer lugar a nuestro cónyuge, y en segundo lugar a nuestros hijos, cuando
vengan al mundo.
Nunca
será tarde para empezar de nuevo. Revisar nuestros errores, tomar conciencia
del daño que causamos, y disponernos a cambiar con ayuda de Dios. Es una
decisión que nos permitirá disfrutar de una vida significativa, enriquecedora y
con propósito.
3.3.- El amor a
la pareja y a los hijos trae armonía en casa
El amor es divino. Dios es el autor del amor. Él mismo
nos ha amado de tal manera que envió a su Hijo Jesús a morir por nuestros pecados.
La máxima expresión del amor en toda la historia de la humanidad y me atrevería
a ir más allá: de todo el universo. Dios mismo es amor (Cf. 1 Juan 4:8)
Lamentablemente de tanto utilizamos ese término en una
sociedad como la nuestra, hemos desdibujado la palabra amor y su significación.
¿Por qué, entonces, es tan importante el
amor? Porque el amor es la base de todo, y mucho más de la relación familiar.
El
afamado autor y conferencista, Gary Chapman, explica: “Entre esas necesidades emocionales, ninguna era más básica que la de
amor y afecto, y la necesidad de sentir que se pertenece a alguien y se es
querido. Si tiene suficiente afecto, el niño llegará a ser un adulto
responsable. Sin ese amor él o ella serán emocional y socialmente retardados.”
(Gary Chapman. “Los 5 lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg.
15)
Rara vez
un esposo y una esposa manejan el mismo lenguaje para expresar su amor. El amor
hacia nuestra pareja debemos expresarlo con palabras y hechos. Lamentablemente
pasado un tiempo, ese sentimiento que los componentes de la pareja manifestaban
e incluso les motivó a contraer matrimonio o comprometerse, pareciera que va
desapareciendo. No es lógico que el amor se esfume dos años después del
matrimonio.
Mantener
vivo el amor en el matrimonio es un asunto muy serio. Es una tarea que nos
corresponde. No dejar que muera. Y la mejor forma es avivándolo con nuestras
palabras y acciones que testimonien a nuestro cónyuge que le amamos.
Como cristianos, debemos darle vida
al amor, no dejar que desaparezca en la relación. Recuerde que, como lo enseñó
nuestro amado Salvador Jesucristo, el amor es un distintivo de quienes
profesamos creer en Él: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor
los unos con los otros.”(Juan 13:35)
Nuestro
amado Dios nos creó con la capacidad de amar y ser amados. En el buen sentido
de la palabra podríamos decir que es una necesidad
y a la vez, un sentimiento
primarios. Cuando nuestras acciones cambian hacia nuestro cónyuge y nuestros hijos,
cuando dejamos que aflore el amor, todo cambia. Puedo asegurarle que imprimirá
un cambio profundo y duradero en las relaciones.
Hoy
es el día oportuno para cambiar, darnos una oportunidad y dársela a la familia.
Optar por transformar nuestras actitudes, no en nuestras fuerzas sino en el
poder de Dios, Aquél que todo lo puede.
Si
todavía no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador, hoy es el día para que
lo haga. Tomados de la mano del Señor Jesús emprendemos el maravilloso proceso
de crecimiento personal y espiritual que tanto anhelamos. No se arrepentirá.
4. Preguntas
para la discusión en grupo:
a. ¿Considera que hay salida para la crisis
que vive la familia en nuestro tiempo?
b.- ¿Podría citar un caso que conozca de crisis
familiar, que pudiera compartir con los asistentes?
c.- ¿Por qué es importante formar a nuestros
hijos bajo principios y valores?
d.- ¿Cuánto tiempo dedicamos a nuestros
hijos?¿Nos preocupamos por sus problemas—así parezcan muy pequeños—y les
ayudamos a resolverlos?
e.- ¿Qué aprendemos de Mateo 19:14 respecto al
trato que nuestro Señor Jesús daba a los niños?¿Cómo podemos aplicar este principio
a nuestra familia?
f.- Si leemos 1 Timoteo 5.8, ¿por qué debemos
considerar que dar amor a nuestra familia es nuestra primera obligación?
g.- ¿Estamos cumpliendo con esa obligación que
nos asiste como esposos o esposas, en el sentido de dar amor a nuestra pareja y
a nuestros hijos?
h.-¿Qué leemos en 1 Juan 4:8?¿Cómo podemos aplicarlo a
nuestra vida?
5. Oración al terminar la Célula familiar:
“Amado Dios y Padre, como
familia te damos gracias porque es por tu infinita misericordia que nos ayudas
a experimentar crecimiento cada día. Reconocemos en cada paso de nuestras
vidas, que estamos aprendiendo. Siempre habrá algo nuevo que aprender en
nuestra relación de pareja y con los hijos. Te damos gracias porque nos enseñas
a comunicarnos y permites que corrijamos los errores que hasta hoy hemos
cometido. En tus manos quedamos. Amén”
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