Jamás olvide que la oración es la puerta de entrada a la dimensión de los milagros |
La placa radiográfica
proyectada sobre una lámpara blanca no dejaba márgenes de duda: una
protuberancia cancerígena estaba colonizando su estómago. El médico meneó la
cabeza con preocupación.
--Esto no me gusta para
nada—dijo. Miró al paciente. El hombre de mediana edad lo veía aterrorizado--. Creo que la enfermedad
está bastante avanzada. Y debo serle sincero: haremos lo que esté a nuestro
alcance--, prosiguió.
Aquél día regresó a casa
desolado. Su esposa lloró quedamente y uno de sus hijos se derrumbó en un sofá,
como si el mundo se hundiera bajo sus pies.
--No puede ser; no ahora,
papá. ¿Qué esperanza brindan los médicos?—interrogó sin ocultar su desolación.
--No se; realmente pocas,
creo. Pero queda algo, orar. Dios responderá, no me cabe la menor dura.—,
respondió sabiendo que se estaba refiriendo era a su futuro.
Desde aquél día comenzaron una
de las tareas más titánicas de su existencia: clamar en todo instante delante
del Señor en procura de la sanidad. Tenían claro que el Señor Jesucristo era el
sanador. Y no cesaban de orar.
Él se sometió a los
tratamientos, pero en medio de la atención proclamaba que era sano. Un día
mientras conducía su camioneta rumbo a un sembradío sintió un profundo dolor en
el estómago. Iba orando mentalmente al Creador. Detuvo el vehículo, se apeó y
literalmente se dejó caer en el suelo.
Una hora más tarde despertó.
Estaba en un hospital. El médico lo miró con asombro.
--No se qué pudo haber
ocurrido, pero usted está totalmente sano. No hay registro del tumor—le
dijo.
Todavía no se explican qué
ocurrió, al menos no el facultativo pero sí quien recibió el milagro. Él sabe
que Dios responde. “Dios hizo un milagro
en mi vida”, no se cansa de repetir a todos.
Un Dios de
milagros
El Dios en el que usted y yo
hemos creído, es un Dios de milagros. Él creó el universo y todo cuanto lo
puebla. Nada impide que pueda hacer algo nuevo en su vida.
Cuando asumimos un compromiso
decidido con el Señor, desarrollando intimidad con Él en oración, entramos en
una dimensión diferente: la dimensión de los milagros. Es esa dimensión que la
ciencia no puede explicar pero que tampoco puede desestimar, porque los hechos
están ahí, latentes. Los milagros sencillamente ocurren.
¿Por qué lo imposible
se hace posible? Porque nos atrevemos a creer por encima de lo que
piensan otras personas. Simplemente oramos. Y Dios, que es un Dios de milagros,
responde de una manera poderosa. No es algo de ahora, siempre lo ha hecho así…
En la Biblia leemos que “Jesús salió de allí y llegó a la orilla del Lago de
Galilea; luego subió a un cerro y se sentó. Mucha gente se reunió donde él
estaba. Llevaban cojos, ciegos, mancos, mudos y otros muchos enfermos, que pusieron
a los pies de Jesús, y él los sanó. De
modo que la gente estaba admirada al ver que los mudos hablaban, los mancos
quedaban sanos, los cojos andaban y los ciegos podían ver. Y comenzaron a
alabar al Dios de Israel.”(Mateo 15:29-31. Versión Popular).
Observe de qué manera ninguno
de aquellos que fueron al Hijo de Dios se marchó sin un milagro. Todos fueron
sanados. ¿Acaso no podrá hacer lo mismo con su existencia? Absolutamente si.
Basta que clame al Señor en oración. Él responderá.
Puede que, al comienzo, piense
que nada está ocurriendo; pero recuerde que Dios tiene su propio tiempo para
obrar. Él trata con nosotros de manera individual. Como seres únicos e
irrepetibles, Él nos socorre con circunstancias particulares.
Un Reino poderoso con milagros para su vida
Quien comienza a orar y
profundiza en esta disciplina de acercamiento al Padre celestial, puede
comprobar que experimenta cambios en su vida pero además, comienza a transitar
en esa dimensión maravillosa de los milagros que para muchos resulta
inverosímil.
Recuerdo el caso de una mujer
que cayó aparatosamente por las escaleras las escaleras cuando sus hijos la
visitaban en casa, un domingo en la tarde.
La conversación que había
transcurrido agradable, recordando hechos anecdóticos de la niñez, de pronto se
convirtió en una escena que jamás podrían olvidar. La mujer, de setenta años,
se desplomó y rodó por los escalones. Fue en vano que corrieran en procura de
evitar que se siguiera haciendo más daño.
El drama que se produjo a
partir de ese momento sólo podrían describirlo quienes lo protagonizaron.
Pasaron varios días en vilo, atentos a las informaciones fragmentarias que les
suministraban los médicos especialistas de la unidad de cuidados intensivos de
la clínica en la que la recluyeron.
--Personalmente no albergo
muchas esperanzas—le dijo uno de los especialistas--. Un golpe en su
cabeza fue muy fuerte. Esperamos un desenlace que no puede ser el mejor--.
En medio de su desesperación,
Jorge Alfredo pidió oración en la congregación a la que asistía. Razonaba: “Solamente
Dios puede ayudarme en estos momentos de crisis”.
Él y sus familiares
persistieron en el clamor. No se dejaron amilanar por las circunstancias. ¡Dios
respondió! La madre salió del peligro y, aún cuando todavía se encuentra muy
delicada y en recuperación, saben que pronto la tendrán de nuevo en casa.
Así es su Reino: se manifiesta
con poder entre aquellos que claman en su presencia; en quienes han depositado
toda su confianza en Él.
Comience a
caminar en la dimensión de los milagros
En cierta ocasión el Señor
Jesús fue claro al advertir que entrar en el Reino de Dios implicaba renuncia y
sometimiento a la voluntad divina. Él dijo: “---Hijos,
¡qué difícil es entrar en el reino de Dios!”(Marcos 10:23. Versión Popular). Los presentes le preguntaron ¿Cómo entonces
sería posible?. “Jesús los miró y les contestó: “--Para los
hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es
posible—“(Marcos 10:27. Versión Popular).
¿Cómo llegar a esa dimensión
en la que se producen los milagros? De una manera sencilla pero que humanamente
es compleja dado nuestro orgullo: abriéndole el corazón a Aquél que todo lo
puede. Permitiendo que sea quien tenga dominio pleno de nuestro ser. Es así de
simple.
Si lo hacemos, las
posibilidades que se abren son enormes porque el Señor Jesucristo dijo: “--Tengan fe en Dios. Pues les aseguro que si alguien le
dice a este cerro: ¡Quítate de ahí y arrójate al mar!” y no lo hace con dudas,
sino creyendo que ha de suceder lo que dice, entonces sucederá. Por eso digo
que todo lo que ustedes pidan en oración, crean que ya lo han conseguido, y lo
recibirán.”(Marcos 11:22-24. Versión Popular).
Lea nuevamente el texto.
Aplíquelo a su vida. Compruebe que encierra una enseñanza que podrá
revolucionar su existencia. Habla de milagros, es decir, de hechos que no
tienen cabida en nuestra lógica humana pero que forman parte del obrar
maravilloso de nuestro Supremo Hacedor.
¡Nada es imposible para Él!
Ese problema que enfrenta y que le ha llevado a pensar que todo está perdido,
que no hay esperanza, que lo mejor es renunciar, tiene solución si vuelve la
mirada a Dios. Los milagros ocurrirán. ¿Qué pasos seguir?
Como lo enseñó el Señor Jesús,
el primer paso es ir al Padre en oración; el segundo, dejar de lado toda sombra
de duda y, el tercero, esperar bajo el convencimiento de que aquello que hemos
pedido—ese milagro que está necesitando—ocurrirá. ¡Créale a Aquél que creó el
universo entero!
¿Qué es la sanidad?
La oración con fe, esa fe
que persevera y hace posible lo imposible, está íntimamente ligada a la
sanidad…“¿Qué es la sanidad?”, se preguntó muchas veces cuando escuchó hablar del asunto en los
servicios religiosos de su congregación. Razonaba que era fácil decirlo desde
el púlpito. Es más, creía que así debía ser, porque estaba en la Biblia.
El problema comenzó cuando le tocó el turno. Una tarde
lluviosa en la ciudad, cuando enfrentó la realidad frente a su médico, conoció
lo que era la incertidumbre. El diagnóstico era contundente: Angélica padecía
cáncer. En ese instante se confrontó con
la realidad y se formuló de nuevo el interrogante: “¿Qué es la sanidad?”.
Salió del lugar desolada. El consultorio le pareció
gris y mientras abordaba el ascensor le pareció que todos la miraban con
conmiseración. “No espero la misericordia de nadie—pensó--. Nadie puede
hacer nada y lo menos que quiero escuchar son sus voces de consuelo”.
En casa, sin ganas de orar, volvió sus ojos al Nuevo
Testamento. En los evangelios leyó varios pasajes que referían el obrar
milagroso de Jesucristo. Una luz de esperanza pareció encenderse en el
horizonte. ¿Y si Dios obrara un milagro en su vida?¿Qué podía perder? Si
oraba, a lo mejor podría ocurrir algo similar a lo que leía en las Escrituras.
Ocurrió, no inmediatamente sino dos meses después. En todo este tiempo jamás
dejó de clamar...
Cuando regresó a una nueva cita con el oncólogo, le
confirmó que no tenía absolutamente nada. “No me explico por qué”, repetía
el facultativo al mirar las placas radiográficas. Angélica sí sabía lo ocurrido.
Dios había obrando un milagro. La sanidad se había tornado real en su ser.
El Dios de
sanidad al que oramos
En la Biblia leemos que el Señor Jesús y sus
discípulos “Cruzaron el lago, llegaron a
tierra y ataron el bote en Genesaret. Tan pronto bajaron del bote, la gente de
allí reconoció a Jesús. Entonces todos empezaron a correr y a contarles a los
demás que Jesús estaba allá. Por toda la región empezaron a cargar a los
enfermos en camillas hasta donde estuviera Jesús. Jesús visitó muchos pueblos,
ciudades y campos. La gente llegaba con sus enfermos a las plazas donde él
estaba. Le rogaban que los dejara tan solo tocar el borde su capa. Todos los
que tocaron la capa de Jesús fueron sanados.”(Marcos 6:53-56. Nuevo Testamento:
la Palabra de Dios para todos).
¿Quién obró la sanidad? El Señor Jesús. ¿Qué debieron
hacer quienes tenían los enfermos? Ir a El. ¿Qué los motivó? La fe. Tres
elementos importantes: el obrar de Jesucristo, buscar su poder y confiar en que
ocurriría un milagro. ¿Cómo cruzamos el umbral de lo humanamente imposible para
llegar a la dimensión de los milagros y la sanidad física? A través de la
oración…
Estos elementos tienen tanta validez hoy como en aquél
tiempo. La diferencia estriba en que no necesitamos ir hasta Jerusalén. Basta con
doblar nuestras rodillas en oración y creer que Jesucristo es el mismo ayer,
hoy y por los siglos.
¿Ocurrirán milagros? Por supuesto que sí. Leamos de
nuevo el texto para ver qué ocurría con aquellos que iban a Jesús el Señor: “Todos los que tocaron la capa de Jesús fueron
sanados”
¿Cuál es el primer paso ahora? La oración. Creer en el
poder de Jesucristo. Y perseverar. He allí la fórmula. Usted puede aplicar. ¡Es hora de
que comience hoy!
Las matemáticas
diferentes de Dios
Con frecuencia recuerdo a los jovencitos que llevaron
sus experimentos para una clase de química. Todos eran “novedosos” para su corta
edad, y despertaban entre sus compañeros voces de admiración o quizá,
inquietudes.
El profesor estaba atento a
cada nueva exposición y de acuerdo con la sonrisa o el rostro huraño, todos
podían intuir si estaba conforme o, por el contrario, reprobaba el trabajo.
Un jovencito trajo una
cartulina con numerosas operaciones matemáticas. Había titulado su “invento”
como “Los pensamientos de Dios”. En el contenido de sumas, restas y
divisiones, aparecía: 2 + 2 = 5.
--Esa suma está errada—le
dijo un estudiante.
--Pues de acuerdo con tu
lógica—le explicó—está mal, pero esa justamente es la razón por la que
titulé “Los pensamientos de Dios”, por que la perspectiva que tiene nuestro
Padre de todo cuanto nos rodea, es diferente--.
Una lógica que
es ilógica
Así son las matemáticas de
nuestro amado Señor, totalmente diferentes. La Biblia ilustra este hecho con el
incidente que ocurrió con una viuda (1 Reyes 17:8-15). El profeta Elías fue
hasta la mujer en procura de algo qué comer. Su respuesta fue abrumadora: sólo
tenía un poco de harina para alimentarse ella y su hijo, y después dejarse
morir.
La respuesta del siervo del
Altísimo y lo que ocurrió, revelan los milagros que hace el Señor en medio de
su pueblo: “Elías le dijo: No tengas temor;
ve, haz como has dicho; pero hazme a mi primero de ello una pequeña torta
cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.
Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa,
muchos días” Y la harina de la tinaja no se escaseó, ni el aceite de la tinaja
menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías”(versículos 13,
15 y 16).
De acuerdo con el razonamiento
humano, el trigo sólo hubiera bastado para una sola ración. En manos de Dios,
para muchos días. ¿Se da cuenta? La lógica de Dios reta nuestra lógica.
Sin embargo, ¿qué nos impide
confiar en ese proceder de Aquél que todo lo puede? El muro que se levanta
delante de Su presencia estriba en que por años hemos depositado todas nuestras
esperanzas en la forma humana de obrar. Nada que esté por encima de estos
razonamientos, tiene cabida en nosotros. Grave error. El Dios de poder y de
gloria está allí, y desea ayudarnos obrando milagros. La decisión es nuestra.
Basta que creamos.
Creer no es
fácil
Nos identificamos en un hecho,
creer no es fácil en tanto prime la incredulidad. Sin embargo cede terreno en
la medida que reemplacemos la duda por la confianza en el Creador.
Imagine que juega con su hijo
de apenas tres años. El salta de una pequeña altura no mayor de un metro. Se
lanza “al vacío” sin el más mínimo temor porque sabe que usted lo espera
con los brazos abiertos. Tiene conciencia de que no se golpeará porque será
recibido por su padre, mucho más fuerte y poderoso que él.
Esa ilustración describe la
confianza en Dios. Y es necesario avanzar en ella. Cuando oremos por alguna
necesidad, creamos que nuestro amado Señor responderá. Su poder es ilimitado.
Nada impide que, en Su voluntad, nos responda.
Nuestra invitación es para que
vaya al Creador en oración y presente sus peticiones. Nos asiste el
convencimiento de que los milagros no se harán esperar. Sin embargo recuerde
que al orar es necesario sumar el desestimar toda sombra de duda, y un tercer elemento, la perseverancia.
Orar es un proceso en el que
vamos creciendo diariamente. No se desanime. Hay que perseverar. Si lo hace, si
persiste, comenzará a caminar en la dimensión de los milagros.
A propósito, ¿ya recibió a
Jesús como su Señor y Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Basta que le
abra las puertas de su corazón a Cristo, y emprenderá el maravilloso proceso de
crecimiento personal y espiritual.
Cuestionario
para profundizar en la Lección 6
Por favor, lea detenidamente los textos y postulados de
cada pregunta, y teniendo a mano su librera de apuntes, por favor, anote las
respuestas:
1. ¿Cómo podemos entrar en la dimensión
de los milagros?
2. ¿Por qué lo imposible se hace posible?
¿Cómo lograrlo (Cf. Mateo 15:29-31)?
3. ¿Qué enseñó el Señor Jesús en cuanto a aquello que resulta imposible
(Cf. Marcos 10:27)?
4. ¿Qué aprendemos de labios del Señor Jesús respecto de la fe (Cf. Marcos
11:22-24)?
5. ¿Por qué razón muchas personas ansiaban aunque fuera tocar el borde del
mando de Jesús el Señor (Cf. Marcos 6:53-36)?
6. ¿Qué le impide moverse en la dimensión de los milagros?
7. ¿Cómo a estado esta semana su vida de oración?
Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.bosquejosparasermones.com
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