Dios desea que brindemos buen trato a nuestra esposa |
1.
Lectura Bíblica: Génesis
2:18-25; 1 Pedro 3:7
2.
Objetivos:
2.1. Que al término de la
Célula Familiar los concurrentes comprendan la importancia de evaluar el trato
que prodigamos a nuestro cónyuge y apliquemos correctivos en aquellos aspectos
en los que estamos fallando.
2.2. Que al término de la
Célula Familiar los concurrentes comprendan que quienes más sufren con las
dificultades al interior de la relación de pareja, son los hijos.
2.3. Que al término de la
Célula Familiar los concurrentes tomen la decisión de darle el lugar que le
corresponde a Dios en nuestros hogares.
3.
Desarrollo del tema:
Los mayores conflictos al interior de la
familia, se dan entre los componentes de la pareja. Todo hace notar que los
días de amor, comprensión y tolerancia pasan a un segundo plano conforme pasan
los meses y los dos van ajustándose a su nuevo roll: ya no son novios sino que
comparten la vida bajo el mismo techo. Cada quien desea recobrar su condición
anterior, es decir, antes de contraer matrimonio, cuando tomaban sus propias
decisiones. ¿Es esto sano? Por supuesto que no, y desencadena conflictos que pueden
tornarse permanentes.
Ahora, el elemento que contribuye a tornar más
grandes las diferencias de criterio que lleva a enfrentamientos y heridas,
verbales y físicas, radica en el orgullo que asiste al esposo y a la esposa. “¿Me estás ofendiendo?”, razonan, e
inmediatamente contraatacan con improperios y ofensas que procuran ser mayores
a las que recibieron.
Podemos encontrar salidas al laberinto? Por
supuesto que sí. El principio fundamental estriba en permitir que Dios, quien
creó a la familia y conoce los tropiezos y obstáculos por los que atraviesa,
nos ayuda a encontrar soluciones.
3.1.
Nuestro cónyuge, una bendición para nuestra vida
¿Quién creó la familia? Dios. Es un principio
que encontramos en las Escrituras, en Génesis 2:18-25. Si queremos hallar
soluciones a los conflictos de pareja, que inicialmente pueden ser espaciados y
pronto se pueden tornar recurrentes, es necesario acudir al Supremo Hacedor,
quien sabe qué hacer en cada caso específico. Y el Manual es la Biblia. Allí
encontramos las respuestas a todos nuestros interrogantes.
Uno de los conceptos que debemos tener claro, en
la dirección que nos orientamos de hallar una salida al laberinto en el que
quizá nos encontramos, es que la esposa es una bendición de Dios. No es una carga ni una pesada cruz.
Es una bendición. Este fundamento deberá repetírselo cuantas veces sea
necesario porque quizá ha comenzado a desestimar el papel de su cónyuge y está
en esa peligrosa etapa en la que sólo hallamos errores en la persona
maravillosa que Dios puso a nuestro lado, para que sea nuestra compañía, apoyo
y motivo de satisfacción.
Cuando vamos a las Escrituras encontramos que en
el comienzo de todo: “Después, el Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Haré una
ayuda ideal para él». Entonces el Señor Dios formó de la
tierra todos los animales salvajes y todas las aves del cielo. Los puso frente
al hombre para ver cómo los llamaría, y el hombre escogió un nombre para
cada uno de ellos. Puso nombre a todos los animales domésticos, a todas las
aves del cielo y a todos los animales salvajes; pero aún no había una ayuda
ideal para él.”(Génesis 2:18-20. NTV)
Nuestro amado Padre celestial encontró que le
vacío, la soledad y la falta de propósito no eran buenas para el género humano.
De qué servía disponer de todo en la tierra si no había con quién compartirlo.
Es en ese momento en el que el Señor dispone traer al escenario a Eva, ayuda
idónea para Adán.
Si la provisión de esposa tiene un origen
divino, si fue el plan de Dios, cabe preguntarnos: ¿Qué lugar concedemos a la
esposa en el hogar?¿Cuál es nuestro trato hacia ella? Esos dos interrogantes
arrojan respuestas que, si lo demandan así, llevan a la aplicación de
correctivos en la relación. Hoy es el día para tomar la decisión.
3.2.
La esposa, objeto de cuidado por parte de su cónyuge
El machismo está en contravía del plan de Dios
para un hogar sólido. Una actitud agresiva, física o sicológicamente, daña las
emociones de nuestra pareja, afecta a los hijos y levanta una enorme barrera
para que las cosas vayan bien.
Alguien aconsejé, argumentó por qué golpeaba a
su esposa: “Ella me responde y yo la agredo para que aprenda a respetar a los
hombres”. Él pretendía que su argumento era bíblico bajo el convencimiento de
que Dios había creado primero al hombre, y por tanto era quien llevaba toda la autoridad en casa.
Fue necesario llevarle a la Biblia para que
leyera qué está en el plan original de Dios: “Entonces
el Señor Dios hizo que el hombre cayera en un profundo
sueño. Mientras el hombre dormía, el Señor Dios le sacó
una de sus costillas y cerró la abertura. Entonces el Señor
Dios hizo de la costilla a una mujer, y la presentó al hombre. «¡Al fin! —exclamó
el hombre—. ¡Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Ella
será llamada “mujer” porque fue
tomada del hombre». “(Génesis 2:21-23. NTV)
Cada vez que ofendemos a la esposa, nos
ofendemos nosotros mismos porque ella es parte nuestra. No es un mero juego de
palabras, es real. Dios la creó para que fuera bendición a nuestra vida, y
dañarla en sus sentimientos, además de dejar huellas que pueden ser
imborrables, es también destruirnos a nosotros.
El apóstol Pedro escribió: “De
la misma manera, ustedes maridos, tienen que honrar a sus esposas. Cada uno
viva con su esposa y trátela con entendimiento. Ella podrá ser más débil, pero participa
por igual del regalo de la nueva vida que Dios les ha dado. Trátenla como es
debido, para que nada estorbe las oraciones de ustedes.”(1 Pedro 3:7. NTV)
Es importante observar cuidadosamente el texto y
leerlo cuantas veces sea necesario para llegar a la mayor comprensión. La
esposa es un vaso frágil al que se debe tratar con sumo cuidado, en las áreas emocional
y física. Ese comportamiento mesurado, amoroso y comprensivo, es una forma de
honrar a Dios.
3.3.
La vida en pareja, juntos sin interferencias
Cuando tomamos la decisión de unirnos como
pareja, comenzamos una nueva vida. Somos uno solo. Los planes y los proyectos
deben orientarse en una misma dirección, la que decidan los dos. Pero además,
si surgen dificultades en el camino, deben resolverlos ellos y nadie más que
ellos con ayuda de Dios, sin interferencia de familiares, suegros o amistades.
Este principio toma fundamento en lo que enseña
Dios en el libro del Génesis: “Esto explica
por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos
se convierten en uno solo. Ahora bien, el hombre y su esposa estaban desnudos,
pero no sentían vergüenza.”(Génesis 2:24, 25. NTV)
Cuando tenemos dificultades y compartimos esa “confidencia” con alguien aparte de Dios
quien nos ayuda a resolver los problemas, estamos afrentando a la otra persona
porque no está bien hablar mal de nuestro cónyuge.
Si le hablamos de él o ella a una persona amiga,
estaremos presentando nuestra perspectiva del asunto, no seremos objetivos y,
por tanto, lo más probable es que caigamos en difamación. Si nuestro amado Dios ocupa el centro de
nuestra familia, es a Él a quien debemos acudir, en la certeza de que
responderá oportunamente, ofreciendo salidas eficaces a los conflictos.
No podríamos terminar si hacer énfasis en la
necesidad de volver nuestra mirada al Señor Jesús, permitirle que sea nuestro
Salvador. Este paso se da cuando le abrimos las puertas de nuestro corazón.
Puedo asegurarle que no se arrepentirá.
4.
Preguntas para discusión en grupo:
a. ¿Ha experimentado en
carne propia el tremendo desaliento que producen los enfrentamientos constantes
en la pareja?
b. ¿Hemos podido
establecer hasta qué punto contribuimos a agrandar los conflictos, como
consecuencia de nuestro orgullo?
c. ¿De qué manera
reaccionamos ante las ofensas de nuestra pareja cuando hay discusiones?
d. ¿Hemos mostrado
disposición de perdonar la ofensa de nuestro cónyuge y comenzar de nuevo?
e. De acuerdo con el plan
original, ¿cuál fue el papel de Eva en la vida de Adán y cuál es para nosotros
hoy, la función de la esposa?
f. ¿Qué lugar concedemos a
la esposa en el hogar?
g. ¿Cuál es nuestro trato
hacia ella (1 Pedro 3:7)?
h. ¿Comprendemos, de
acuerdo con la Biblia, lo que significa ser una sola carne?
5.
Oración al término de la Célula Familiar:
“Amado Señor
Jesús, creemos y estamos convencidos de que, cuando tú gobiernas la familia,
los problemas se resuelven aun cuando al comienzo, parecieran bastante
difíciles. Ayúdanos a comprender cuando estamos fallando, y tener la humildad
suficiente para reconocer que si aplicamos correctivos, podremos cambiar el
curso de la relación matrimonial. Coloca en nuestro corazón, amado Dios, la
disposición para perdonar y darnos la oportunidad de empezar de nuevo con Tu
divina ayuda. En tus manos sometemos nuestro hogar. Amén”
Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.guerraespiritual.org
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